Relato: «Gaia (III)»

Cuentan los Anales de la Historia, que cuando la Humanidad fue sentenciada a su extinción por sus crímenes cometidos contra Gea, Gaia, la Madre Tierra, decidió darles otra oportunidad.

Lejos estaba Ella de saber que aquella decisión acabaría llevándola a su perdición.

Muchos fueron los que no entendieron la decisión de Gaía. Y otros tantos los que se opusieron a ella. Pero las Normas habían sido dictadas en el Inicio de los Tiempos, y la Madre Tierra se acogió a un pequeño resquicio para salvar a su raza predilecta.

La Humanidad fue la última raza en nacer. Y tenía mucho potencial para ser la más grande de entre todas las que poblaban los diferentes rincones del mundo. Su inteligencia, su fortaleza y, precisamente, su humanidad, los convertían en los seres idóneos para transformar a Gea en un ideal inimaginable hasta entonces. Y así fue durante sus primeros pasos. Pero cuando tomaron conciencia de su poder, quisieron más y ya no se preocuparon por las consecuencias. La Humanidad perdió su humanidad y en ellos germinó la semilla de la dominación. Pronto esclavizaron la tierra que pisaban y los seres que convivían con ellos, tratándolos como simples animales. Y entonces comenzaron las injusticias. Muchas otras razas fueron exterminadas por su manos, muchos parajes fueron destruidos por sus necesidades. Incluso el cielo, tan lejano al principio, fue conquistado por su poder, envenenándolo.

Entonces, el mundo decidió tomar cartas en el asunto. Cuando estaba cerca del colapso, a punto de sucumbir, tomaron una decisión que nunca antes había sido necesaria. Todos, en conjunción, la sentenciaron a su extinción, sin que ellos pudiesen hacer nada para impedirlo.

Pero Gaia se opuso a esta decisión, pues en su fuero interno todavía tenía la esperanza de que la Humanidad se redimiera. No obstante, las Leyes fueron fijadas incluso antes de que nadie pisara el suelo de Gea, y Gaia no tuvo más remedio que aceptar la decisión. Y Ella fue el verdugo de la Humanidad, la raza que tanto había amado. Con su poder, lanzó contra ellos una maldición que pretendía exterminarlos, un diluvio que inundaría todos los lugares del mundo y de la que no podrían escapar.

Pero lo hicieron. Sólo unos pocos, un grupo selecto, consiguieron escapar de las aguas malditas. Y cuando el nuevo sol despertó se afianzaron otra vez en el mundo. Gaia fue criticada por no condenar también a los supervivientes, pero ella pudo protegerlos de la ira del mundo. Muchos pensaron que la Madre Tierra había cometido su peor error, como así se demostró al final.

La nueva Humanidad creció y se multiplicó de nuevo. Y al principio todo fue bien. La Humanidad volvía a tener humanidad y parecía que no se cometerían los errores del pasado. Pero todo volvió a empezar. Entre estos nuevos humanos, unos pocos quisieron más de lo que Gea podía ofrecerles. Y volvieron a ansiar poder. Gaia se percató de este hecho, y esta vez decidió tomar partido. En un intento por proteger Gea, la Madre Tierra escogió a unos cuantos de entre todos los humanos, aquellos que más se habían ganado su cariño, y les confirió poderes. La magia que Gaia les ofreció tenía un único cometido: sólo podían utilizarla contra sus congéneres, contra aquellos que sacrificaban Gea. Así, lo que en un principio pudo parecer una bendición, se convirtió pronto en una maldición, pues los propios humanos se convirtieron en verdugos de sus congéneres.

Esta medida mantuvo controlada la ambición de la Humanidad. Pero los elegidos pronto se dieron cuenta del poder que tenían entre sus manos y decidieron traicionar a Gaia. Comenzaron a utilizar la magia para su propio beneficio, en vez de para proteger a Gea. Los poderes de Gaia trajeron guerras al mundo, y pronto se formaron dos bandos: aquellos que controlaban los poderes y aquellos que los ansiaban. Los humanos crearon nuevas formas de destrucción para infligirse daños unos a otros. Pero la Humanidad no se destruyó a sí misma, al menos al principio.

Gea fue la primera en caer, sin remisión posible. Gaia, consternada por toda la destrucción perpetrada, tomó parte activa en la contienda. Y luchó por igual contra los dos bandos de la Humanidad. Esto provocó la unión de los dos contendientes contra la que había sido su salvadora. Finalmente, Gaia también sucumbió ante sus seres amados, pues no fue capaz de combatir contra la magia que les había otorgado. Así, la Humanidad se convirtió en dueña y señora del mundo, que habían destrozado. Sus ansias de poder no les llevó a pensar en las posibles consecuencias de regentar un mundo estéril. Y como consecuencia de esta ignorancia, nadie sobrevivió.

Gea, Gaia y la Humanidad, desaparecieron.

• • •

Una mano de mujer, anciana ya, muestra del paso del tiempo, cerró el libro que acababan de leer. Entonces, uno de los oyentes, apenas un niño, preguntó en un susurro, como si no quisiera interrumpir la quietud que había embargado el lugar:

-Si no queda nadie… ¿quién escribió esas historias?

Y la anciana sonrió.

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