Tiempos difíciles

Todos hemos visto películas de la guerra, ya sea la de Vietnam, la de Secesión americana o la más reciente sobre la primera guerra mundial “1917” de Sam Mendes donde se muestran hospitales de campaña con escenas desgarradoras. Los cirujanos deben actuar en cuestión de segundos, en ocasiones sin anestesia. Los heridos más graves serán atendidos los últimos. Apenas tienen posibilidades de supervivencia y por lo tanto no “hay que perder el tiempo con ellos”.

Los recursos son limitados, uno o dos médicos por cada sala del hospital de campaña, muy pocos enfermeros o auxiliares, la medicación escasea. Por tanto deben utilizarse de la manera más eficiente para salvar al mayor número de soldados. Esto se conoce como “medicina de guerra”
Vivir una situación así como profesional debe ser angustioso.

Evacuación de un herido durante la primera gran guerra

Esto es precisamente lo que se vivió en algunos hospitales españoles a finales de Marzo y comienzos de abril donde el número de pacientes que precisaban asistencia crecía de manera exponencial. Faltaban camas, faltaban sillas para que se acomodaran los enfermos, faltaban respiradores, faltaban equipos de protección personal, mascarillas, guantes. Los equipos de asistencia de los hospitales se encontraron desbordados. Las líneas telefónicas se colapsaron. Los médicos, las enfermeras, los celadores, los administrativos que vivieron aquellos momentos los recordarán como una pesadilla.


Por fortuna, jamás he tenido que vivir una experiencia semejante. Sin embargo, recuerdo de mi época de guardias en el Hospital, días de otoño o invierno durante alguna de las epidemias de gripe más graves las puertas de urgencias abarrotadas de pacientes, acompañantes nerviosos, el hospital al borde del colapso, médicos saturados, enfermeras sobrecargadas de trabajo, camas por los pasillos de pacientes pendientes de ingreso. Así pues no me resulta difícil imaginar los días que mis colegas vivieron durante esta terrible pandemia.
Todo ello viene a propósito por las órdenes que al parecer se dieron desde la mayoría de las administraciones autonómicas para que las personas mayores que se encontraban en residencias fueran atendidas en las mismas, cualquiera que fuera su estado de gravedad o sus necesidades clínicas. Esto sería inhumano en una situación de normalidad pero es una norma de sentido común en un momento de excepcionalidad como la pandemia que estamos viviendo. Sin duda a quienes se les ha muerto un familiar ya sea en una residencia o en su propia casa porque su anciano padre o madre no ha sido trasladado a un Hospital para ser atendido con todos los medios disponibles les parecerá injusto y cruel. Pero cuando los recursos son limitados por una situación como provocó el Covid 19 es obligación de las autoridades sanitarias utilizarlos de la manera más eficiente posible.
Los ciudadanos merecemos que se nos hable como adultos y no se oculte la realidad. La realidad fue terrible y se ocultaron ataúdes, escenas de dolor, sufrimiento, enfermeras llorando, médicos sometidos a una presión insoportable y teniendo que decidir a quien se le aplicará el respirador que ha quedado libre tras la muerte de otro paciente.

Algunos se asombran de que la juventud se muestre despreocupada y sin tomar precauciones.
China fue responsable porque ocultó al mundo la tragedia que estaban viviendo y maquillaron sus cifras. La OMS actuó negligentemente porque no mandó observadores ni informó de lo que estaba pasando y cuando lo hizo a comienzos de Enero lo hizo de manera muy poco contundente. Europa actuó mal por no cerrar fronteras y tomar medidas de aislamiento selectivo.
Y por fin nuestro gobierno actuó tarde y mal.
Es fácil criticar y sin duda a “toro pasado” todos somos muy listos. Pero hay países donde la epidemia no ha colapsado el sistema sanitario y no utilizaron medidas de confinamiento total. ¿Por qué? Comenzaron a realizar test de manera precoz, identificaron los infectados y a sus contactos, los aislaron de manera selectiva. Dotaron al personal sanitario de trajes de aislamiento eficaces. Aconsejaron desde el inicio las mascarillas y el distanciamiento social. En estos países la curva de infectados no ha dejado de crecer desde marzo pero lo ha hecho muy lentamente de forma que el sistema sanitario, los servicios sociales, las funerarias no colapsaron y han ido poco a poco absorbiendo la demanda asistencial. En ellos no hizo falta aplicar esas medidas de “medicina de guerra” y la asistencia sanitaria discurrió por los cauces habituales.
El virus está entre nosotros y hasta que no exista una vacuna, un medicamento eficaz o el número de personas que adquieran inmunidad alcance el 60 % de la totalidad de la población se producirán rebrotes y tendremos que vivir con este tipo de medidas. Esta es una realidad incontestable y debemos ser consciente que es posible que tardemos más de un año en volver a nuestras viejas rutinas, dar un abrazo a nuestras amistades, viajar en el metro sin mascarilla, acudir al gimnasio o a la piscina. Mientras tanto, utilizad mascarilla, lavaos las manos con frecuencia, socializar lo justo y necesario y… ¡suerte!

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